Relatos tradicionales

Relatos que nos hicieron pueblo

Antes de que existieran papeles o archivos, nuestra historia se contaba al calor de una olla de upe o un buen lechón api, sentados bajo el alero mientras llovía o entre bromas en una mingas. Cada relato que aquí encuentres es una hebra viva del tejido que somos: momentos de coraje, de pérdida, de fiesta y de resistencia. No se trata solo de contar lo que pasó, sino de entender cómo esos hechos nos hicieron pueblo. Porque detrás de cada nombre olvidado, de cada batalla silenciada, de cada carta vieja o fotografía desteñida, hay una verdad que aún palpita. Lee con calma, como quien escucha a un abuelo hablar con el corazón.

En 1954 llegó el primer carro a Lamas. Tras una torrencial lluvia quedó atrapado en el barro. Al día siguiente, los pasajeros volvieron desde Lamas, lo empujaron y al sacarlo… el chofer les preguntó por qué regresaron. Uno respondió con total seriedad…

En los años 70, Lamas exigió luz eléctrica. El gobierno envió técnicos y anunciaron un motor de 800 caballos de fuerza. La gente guardó silencio. Se reunieron, hablaron entre murmullos… Hasta que uno se acercó al ingeniero y le dijo con calma…

“No hay futuro sin memoria. Y en cada relato, un pedazo de nosotros decide no morir.”

“Hay historias que no están escritas, pero viven en la piel de los abuelos, en los caminos de tierra, en las paredes agrietadas de las casas antiguas. Son relatos que se contaron al calor del fogón, entre risas, lágrimas y silencios. Aquí los reunimos, no para encerrarlos en el pasado, sino para dejarlos respirar en el presente.”