Primeros asentamientos

“Mucho antes de que la historia tuviera nombres y batallas, la selva ya susurraba canciones humanas entre ríos, cerros y estrellas.”

Desde tiempos remotos, las tierras de la actual región San Martín —la ceja de selva peruana— fueron hogar de oleadas humanas que se adentraron desde el norte amazónico y del flanco oriental andino. Según Julio César Tello, esos grupos llegaron primero a la selva baja, luego se desplazaron hacia la ceja de selva, donde descubrieron la agricultura (yuca, maíz, camote, frijoles, frutos tropicales) y dieron origen a modos de vida sedentarios con viviendas, tejidos y utensilios.  

En el análisis arqueológico de la Amazonía peruana se reconocen horizontes culturales como el “achurado zonal” (hasta hacia 500 a.C.), el “barrafricoide” (~500 a.C.–1 d.C.) y el “policromo corrugado” (hasta ca. 1000 d.C.) . Donald Lathrap propuso que desde alrededor de 2000 a.C. ya existían asentamientos estables en la cuenca del Ucayali, que forman parte del origen histórico de los actuales pueblos amazónicos.

Para la región de San Martín, que une los Andes y el bosque amazónico, los primeros asentamientos recogieron esa mezcla etnográfica: poblaciones como los chachapoyas, chayahuitas, chazutas, huambishas y otros grupos dejaron vestigios visibles en sitios como el Gran Pajatén, que data de ca. 200 a.C. y fue habitado durante el periodo incaico en una altitud favorable.

En Lamas y sus alrededores la población se originó, según la memoria oral y estudios históricos, de grupos caribes, tupíguaraníes y arahuacos que se asentaron en distintas microzonas de la selva alta. Con el tiempo formaron comunidades y aprendieron la agricultura, la pesca y la caza intensas.

Antropólogos y cronistas reconocen que estas tribus tienen estructuras familiares extensas, conocimientos botánicos complejos, uso de rutas ribereñas para intercambio con otras etnias, y prácticas rituales ligadas al ciclo del agua, la fertilidad y la muerte.

Según W. Soria (2001), estos pueblos habitan los contrafuertes orientales de los Andes “desde tiempos remotos, moldeados por la selva, no por el imperio”. Sus lenguas, mayoritariamente prequechuas, posiblemente incluyan variantes amazónicas desaparecidas o absorbidas con el tiempo.

Algunos autores, como Pedro Weis, sostienen que muchas de estas etnias no formaban parte de un solo tronco cultural, sino que constituían una suma de linajes independientes reunidos solo posteriormente bajo influencia externa 

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