Danza de la Kajada

Danza de la Kajada

Cada año, cuando agosto despierta en el Wayku y el aire empieza a perfumarse con hojas secas, aguardiente y flor de monte, una danza antigua sale a recorrer las calles. Es la Danza de la Kajada, una celebración sagrada que el pueblo Kichwa Lamista guarda como herencia viva. No es solo un baile: es un acto de agradecimiento a la selva, al monte generoso que da alimento, abrigo y medicina. Un acto de respeto profundo a los espíritus que habitan lo invisible.

Las mujeres avanzan con paso corto, el cuerpo erguido y los pañuelos alzados como alas. Visten polleras de colores vivos que giran como remolinos, blusas blancas adornadas en pecho y mangas, y collares de mullos que brillan al sol. A la cintura, cuelgan seis pañuelos grandes (rojo, azul, verde, rosado, amarillo, anaranjado) que flamean con cada movimiento. En la cabellera, cintas de seda prensadas con peineta bailan junto a ellas. En la mano, un pañuelo pequeño marca el ritmo. Todo su cuerpo perfuma con sangapilla, como si la selva hablara a través de su aroma.

Los hombres rodean la escena como si protegieran un centro sagrado. Llevan pantalones de dril, y sobre el torso el tradicional Tacshacotón, camisa ceñida de cuello alto, teñida con añil y adornada en el pecho con una fila de botones multicolores. Ese detalle los identifica como “fila botón”, una marca de orgullo que la historia transformó en apodo: los filachos. En la cabeza, llevan pañuelos de colores intensos o coronas de plumas. En la espalda, atados con chumbis, cuelgan aves y roedores disecados del monte (ofrendas visibles que recuerdan la relación ancestral con la naturaleza). Mientras danzan, silban, gritan, saltan y beben aguardiente que comparten con los presentes. No es desorden: es libertad ritual.

Ritual del monte, danza del espíritu lamista

Durante la fiesta patronal de Santa Rosa Raymi, los grupos de danzantes se organizan por edades y estados (jóvenes, adultos, solteros, casados) y se despliegan por todo el barrio Wayku. Visitan casa por casa a los pasantes, familias guardianas de la tradición que han asumido la responsabilidad de sostener el fuego espiritual de la fiesta ese año. Y al compás del tambor y del pífano, comienza la danza.

La danza avanza en espiral. Las mujeres danzan al centro, los hombres giran alrededor. Cuando la música cambia, todos se detienen frente a los músicos en señal de respeto. Entonces el tambor redobla, el pífano vuelve a sonar agudo y los danzantes reanudan con más fuerza: saltan, corren, giran mostrando sus ishpingos (pequeños animales del monte) mientras los silbatos elevan el ritmo como un llamado invisible.

El 29 de agosto, todos los grupos se reúnen en la plaza de Lamas. El aire se espesa de emoción. No hay escenario, ni espectadores. Todos son parte del ritual. Cada paso, cada giro, cada sonido, es una ofrenda al monte, a los abuelos, a las almas que cuidan la vida desde los árboles.

La Danza de la Kajada no se aprende en una escuela. Se hereda en la sangre, en la mirada, en la piel. No tiene canto, pero suena en el corazón.

Es la memoria de un pueblo que no se arrodilla ante el olvido.

Es el cuerpo hablando con el bosque.

Ficha cultural

🐗 Danza de la Kajada

Danza ancestral de la comunidad nativa Wayku – Lamas, San Martín, Perú

🌀 Descripción general

La Danza de la Kajada es una expresión ritual y mística que se baila durante la festividad de Santa Rosa Raymi, en la comunidad nativa del Wayku, en Lamas. Es considerada una de las danzas más representativas del pueblo Kichwa Lamista, cargada de simbolismo espiritual y agradecimiento al monte, entendido como espacio sagrado de vida, sustento y memoria ancestral.

👥 ¿Quiénes la bailan?

Participan hombres y mujeres organizados en grupos por edades (jóvenes, adultos) y condición social (solteros y casados). Se conforman comparsas que recorren las calles durante los días centrales de la festividad.

📅 ¿Cuándo y dónde se baila?

Se realiza los días 27, 28 descansan y 29 de agosto como parte central de la fiesta patronal en honor a Santa Rosa. Las comparsas recorren las calles del Wayku visitando a cada “Cabezón” (mayordomo local) y el 29 se concentran todos los grupos en la plaza principal de Lamas para una gran presentación colectiva.

✨ Simbolismo

Es una danza de agradecimiento al monte y a la selva, en reconocimiento a los dones que ofrece: flora, fauna, medicina, alimento y protección. También es una forma de invocar respeto por las ánimas del bosque y asegurar la continuidad de la vida en armonía con la naturaleza. Representa la simbiosis espiritual más elevada entre el hombre y su entorno.

🔊 Música

No hay canto, solo música viva. El redoble del tambor y el sonido agudo del pífano marcan el ritmo, mientras los silbatos elevan la intensidad emocional del momento.

🥁 Instrumentos musicales
  • Pífano (flauta aguda tradicional)
  • Tambores o cajas
  • Silbatos
🔄 Coreografía y ritmo

La danza tiene un carácter monótono pero profundo. Las mujeres bailan al centro, con pasos cortos y movimientos de pañuelos, mientras los hombres giran alrededor corriendo, saltando y gritando. En momentos claves, se detienen frente a los músicos en señal de respeto, y luego intensifican los pasos al compás de los instrumentos, mostrando los animales disecados en la espalda.

👗 Vestimenta tradicional

Mujeres

  • Polleras de colores vivos
  • Blusa blanca bordada en mangas y pecho
  • Collares de mullos policromados
  • Mínimo 6 pañuelos grandes sujetos a la cintura
  • Cintas de seda (seda vincha) en la cabellera, sujetas con peineta
  • Aros de plata o cobre en todos los dedos, menos el pulgar
  • Pañuelo pequeño en mano
  • Perfumadas con sangapilla

Hombres

  • Pantalón de dril negro o blanco
  • Tacshacotón (camisa tradicional ceñida) teñida con añil
  • Pañuelo en la cabeza (rojo, verde, azul, rosado, amarillo)
  • Coronas de plumas en algunos casos
  • En la espalda: animales del monte disecados (ishpingos), atados con chumbis
  • Botella de aguardiente compartida en el camino
🌿 Función en la comunidad

Esta danza es un acto colectivo de identidad, espiritualidad y reconexión con la selva. Representa una forma de resistencia cultural viva, donde se honra el monte no solo como fuente de recursos, sino como un ser sagrado que merece veneración y respeto.

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