El primer carro en Lamas

El primer carro en Lamas

Cuando llegó el primer carro a Lamas, la gente no sabía si aplaudir o salir corriendo. Era 1954 y don Juan Villacorta, comerciante de peso y visión, trajo una camioneta que, aunque hoy sería una pulga con motor, en ese entonces parecía nave espacial. Venía con su chofer chiclayano, Alberto Cubas, que hablaba rápido y manejaba más rápido aún.

La camioneta fue pensada para cargar mercadería hasta Tarapoto, pero en un pueblo como Lamas donde cualquier cosa nueva se convierte en evento social, pronto también sirvió para pasear gente: un sol de oro el boleto, ida y vuelta a Suchiche Campo. Algunos lloraban de la emoción, otros se mareaban como si fuera un barco. Todos contaban la historia como si hubieran ido a Lima.

El camino a Tarapoto, eso sí, era de aventura: trocha abierta a punta de pico y carretilla, lluvias traicioneras y el río Cumbaza esperando agazapado. Cuando llovía fuerte, el carro cruzaba el río con el agua hasta las ventanas, y había que quitarle la paja al ventilador si no querías que muera ahogado en medio del cauce.

Una vez, subiendo la cuesta de Rumisapa después de un chaparrón de esos que parecen castigo divino, la camioneta quedó encajada en el barro como chancleta vieja. Se empujó, se jaló, se rezó. Nada. Los pasajeros, rendidos, decidieron regresar a pie hasta Lamas. El chofer y su ayudante se quedaron a cuidar el carro y la mercadería como buenos soldados.

A la mañana siguiente, con el sol aun bostezando, los mismos pasajeros regresaron al punto donde quedó varado el carro. Empujaron con todo y, contra todo pronóstico, lo sacaron del barro. El chofer, conmovido por semejante gesto, les preguntó mientras encendía el motor:

—¿Y ustedes por qué regresaron? ¿De puro corazón?

Uno, secándose el sudor y sin soltar la mochila, le contestó:

—¡Cómo no vamos a regresar, pues! ¡Si ya habíamos pagado pasaje completo… ni locos lo perdíamos!

Dicen que el chofer soltó la carcajada y no dejó de reír en todo el camino a Lamas. Aledian!!!

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