El Carnaval Lamista
El Carnaval Lamista, conocido localmente como la Fiesta del Ño Carnavalón, es una de las expresiones festivas más irreverentes, alegres y profundamente identitarias del pueblo de Lamas, en la región San Martín. Es un carnaval que mezcla raíces mestizas, indígenas y coloniales, y donde la risa, la parodia y el disfraz no solo se celebran: se viven intensamente. “No diga nombre… diga ¡CHIVO!”, es la frase que resume su esencia: anonimato, picardía y libertad ritual.
Participan todos los barrios urbanos de Lamas (Suchiche, Zaragoza, Quilloallpa, Calvario, San Juan, Munichis, Ankoallo) así como la comunidad Kichwa Wayku, que aporta personajes tradicionales como la yanasa. Su origen se remonta al siglo XIX, época en la que era común criar chivos en las calles del pueblo, dando origen al personaje central: el chivo enmascarado. La festividad condensa influencias de las Saturnales romanas, elementos cristianos y símbolos de la selva, creando una tradición única y persistente.

Durante más de un mes, Lamas se transforma en un escenario continuo de danza, sátira y participación colectiva. Las principales actividades incluyen:
- Pasacalles y comparsas, con danzas espontáneas al ritmo de bombos, quenas y tambores.
- Personajes tradicionales como:
- Ño Carnavalón, con cabeza enorme y cuerpo pequeño, símbolo de burla y descontrol.
- Los chivos, enmascarados con rostros de madera de topa, imitan saltos y giros animalesco.
- La mujer bailarina y la yanasa, íconos de lo femenino, lo indígena y lo sensual.
- Las umishas, árboles festivos decorados con juguetes y utensilios. Se baila a su alrededor hasta derribarlos, en un acto simbólico de renovación cíclica.
- Gastronomía típica, donde se sirven juane, tacacho con cecina, bizcochuelos y bebidas como el quinientín, uvachado y chicha.

Ño Carnavalón de Lamas: el espíritu burlón de la selva que no muere
El Carnaval Lamista se celebra todos los domingos desde la tercera semana de enero hasta el domingo anterior al inicio de la Cuaresma, con mayor intensidad durante febrero. El cierre ocurre con el simbólico “entierro” del Ño Carnavalón, figura mítica que personifica la fiesta misma.
Es un momento donde las tensiones sociales se liberan, las jerarquías se invierten y la comunidad se reencuentra a través del juego, la danza y la sátira. La máscara no oculta: revela. Y el Ño Carnavalón, antes de ser enterrado, nos recuerda que el desorden también tiene su función espiritual y social.

Para Lamas, el carnaval no es solo una fiesta: es una forma de afirmar su identidad viva, mestiza y resistente, celebrando la libertad del cuerpo, la risa del alma y la memoria compartida de un pueblo que sabe que reír también es resistir.




