¡Luz para Lamas!
Corrían los años 70, y en plena dictadura del general Velasco, la ciudad de Lamas esperaba que, al menos una vez, el gobierno se acordara de su existencia. Y vaya que se acordaron. Un emisario del Estado llegó con su terno sudado y libreta en mano, dispuesto a tomar nota de las necesidades del pueblo. Se armó una asamblea grande, con bancas, gallinas sueltas, niños corriendo y los mayores gritando sus pedidos como si fuera misa con altoparlante.
—¡Carretera buena, señor! —gritaban unos.
—¡Agua potable! —coreaban otros.
Pero entre todos esos clamores, uno empezó a ganar fuerza como tambor en albazo:
—¡Queremos luz! ¡Luz eléctrica!
El emisario apuntó todo con letra chueca y prometió que volvería un técnico desde Lima a evaluar la cosa.
Y cumplió. Semanas después llegaron los ingenieros, con sus cascos blancos y su castellano correcto. Revisaron el terreno, midieron la corriente, hicieron cuentas, y tras varios días concluyeron: lo mejor sería instalar una planta con un motor Lister Petter, diésel, con la fuerza de 800 caballos… sí, 800 caballos de fuerza.
Se convocó otra asamblea. El pueblo se reunió de nuevo, esta vez bajo el toldo improvisado con lonas de yute. El técnico explicó entusiasmado: que era un motor inglés, que traería luz para todos, que tenía “ochocientos caballos de fuerza”.
Entonces cayó un silencio.
Un silencio largo.
Un silencio pensativo.
Los murmullos comenzaron: unos se miraban, otros se rascaban la cabeza, uno preguntó bajito si los caballos vendrían ya entrenados.
El ingeniero, viendo las caras, se empezó a poner nervioso. Esperaba un “sí” rotundo. En lugar de eso, vio deliberación intensa. Finalmente, la autoridad local —sombrero en mano, voz firme pero cordial— se acercó y dijo:
—Está bien, aceptamos el convenio…
Los ingenieros respiraron aliviados.
—…pero con una condición.
—¿Cuál?
—Que ustedes traigan los 800 caballos… y nosotros ponemos el pasto.
Dicen que el ingeniero no entendió si le hablaban en serio o lo estaban vacilando. Lo cierto es que esa noche, Lamas siguió sin luz, pero iluminada por las carcajadas.


